Salud y biohabitabilidad
¿Qué es la NEUROARQUITECTURA?
neuroarquitectura

¿Qué es la NEUROARQUITECTURA?
¿Tienen los espacios que habitamos un impacto sobre nuestras emociones? ¿Existe una relación directa entre arquitectura y bienestar emocional?
Cuando llegamos a un restaurante para celebrar una velada romántica esperaremos que la luz sea cálida y tenue, que nos den una mesa recogida y tranquila preferentemente al lado de una ventana y que haya un murmuro de fondo que nos permita entablar una conversación tranquila. Si, por el contrario, encontramos un local sin ventanas, iluminado con fluorescentes blancos, en el que nos ubican en el centro de la sala en una mesa de metal, nuestro estado de ánimo cambiará.
Nuestro cerebro habrá recogido en pocos segundos la información de distribución, temperatura, iluminación, configuración de las mesas o visión exterior entre otros muchos aspectos de los que ni tan solo habremos sido conscientes y que nos llevarán a tomar la decisión de quedarnos o marcharnos nada más entrar por la puerta.
La distribución de un espacio, su relación con el exterior, los materiales que lo componen, las condiciones higrotérmicas del ambiente, o el color y textura de las superficies inciden en la percepción que tenemos del mismo y configuran las emociones y sensaciones que experimentamos al ocuparlo.
Estas sensaciones y los estímulos que las configuran es lo que estudia la neuroarquitectura, una disciplina que analiza los efectos de la composición de un espacio arquitectónico sobre los seres vivos.
Origen del concepto de neuroarquitectura
La neuroarquitectura nace de la necesidad de explicar, desde un punto de vista científico, las sensaciones producidas por los espacios que transitamos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha determinado que los seres humanos pasamos alrededor del 90% de nuestro tiempo en espacios interiores.
Gracias a nuestra capacidad adaptativa, hemos pasado de vivir vinculados a la naturaleza en espacios abiertos naturales a espacios interiores cerrados de entornos urbanos. Esto se traduce en una serie de efectos tanto físicos como psicológicos que determinan nuestro comportamiento.
A través de la neurociencia o estudio del cerebro humano y las reacciones que experimentamos ante diferentes estímulos procedentes de nuestro entorno, la neuroarquitectura intenta descifrar el vínculo existente entre espacio habitado y sistema nervioso central.
Historia de la neuroarquitectura
La idea de comprender el espacio como un factor influyente en nuestra salud físico-mental remonta a las épocas más primitivas. Los edificios nos han servido desde la antigüedad como herramienta para expresar y provocar determinadas emociones en las personas.
Si bien la demostración científica de la neuroplasticidad del cerebro en función del entorno habitado no se demostró hasta finales del S.XX, algunos arquitectos contemporáneos habían experimentado de forma intuitiva con la neuroarquitectura algunos años antes.
En los años 50, Jonas Salk, investigador médico y virólogo estadounidense, buscaba una vacuna contra la poliomielitis, enfermedad que había causado miles de muertes en Estados Unidos.
Tras varios años de investigaciones en su laboratorio, una sala cerrada y oscura en la Universidad de Pittsburgh, Salk se dio cuenta de que estaba bloqueado y decidió tomarse unos días de retiro. Para ello, viajó a Italia y se alojó en el Monasterio de San Francisco de Asís. Allí, pudo profundizar en su reflexión y hallar por fin la solución a su investigación. De regreso a Estados Unidos, Salk puso en práctica sus nuevas ideas y desarrolló la primera vacuna de la polio, que salvó a millones de personas de contraer la enfermedad.
“La espiritualidad de la arquitectura fue tan inspiradora que pude pensar con intuición e ir más allá.” – Jonas Salk
Tras esta experiencia, Salk llegó a la conclusión de que los entornos de trabajo tienen un papel determinante en nuestra creatividad y decidió que debía buscar la forma de convertir su lugar de trabajo en un lugar que fomentase la inspiración y desarrollo de nuevas ideas.
Junto al arquitecto Louis Kahn, diseñaron y construyeron lo que hoy se conoce como el Instituto Salk, ubicado en San Diego, California. El centro fue concebido integralmente teniendo en cuenta el funcionamiento de nuestro cerebro con el fin de fomentar el bienestar físico y mental de los investigadores.
El resultado es un edificio de hormigón puzolánico de tono rosado, con espacios interiores diáfanos, techos de gran altura que se organizan alrededor de una plaza central con vistas al mar, libre de obstáculos y que marca el carácter simétrico y armónico del complejo. [1]
Neuroplasticidad del cerebro según el entorno habitado
Los principios neuronales se han aplicado en arquitectura de manera más o menos intuitiva desde que existe memoria. Sin embargo, no es hasta 1998 que se concibe el término de neuroarquitectura.
Los neurocientíficos Fred H. Gage, investigador del laboratorio de genética del Instituto Salk en California y Peter Eriksson, de la Universidad de Göteborg en Suecia, demostraron por primera vez que nuestro cerebro era capaz de crear células nerviosas en el hipocampo. Esto suponía un cambio de paradigma: por primera vez se concluyó que nuestro cerebro podía variar su estructura en función de los estímulos recibidos del exterior.
“Mientras que el cerebro controla nuestro comportamiento y los genes dirigen el diseño y la estructura del cerebro, el ambiente puede modular la función de los genes y, en última instancia, la estructura del cerebro, cambiando nuestro comportamiento. Al planificar los entornos en los que vivimos, el diseño arquitectónico cambia nuestro cerebro y nuestra conducta.” – Fred Gage
La primera academia de Neuroarquitectura
En 2003 se forma la ANFA (Academy of Neurosciece For Architecture), la primera academia oficial especializada en investigar y profundizar la disciplina de la neuroarquitectura.
ANFA fue fundada por Fred H. Gage y trata de marcar los aspectos más esenciales del diseño de espacios arquitectónicos teniendo en cuenta los principios neuronales, con el fin de mejorar nuestro bienestar y calidad de vida. [2]

Neurociencia y arquitectura
La neuroarquitectura define la relación establecida entre nuestra mente y el entorno físico que nos rodea. La fusión entre estas dos disciplinas parte de la necesidad de encontrar una explicación al vinculo existente entre espacios y conexiones neuronales.
Efectos “bottom-up” y “top-down”
La neuroarquitectura se basa, en gran parte, en el estudio del sistema nervioso central, un sistema que activa diferentes mecanismos en función del tipo de estímulos que recibimos del espacio en el que nos encontramos. Estos mecanismos generan los efectos “bottom-up” y “top-down”.
La manera de procesar la información según el mecanismo “bottom-up” – de abajo hacia arriba – parte del sistema límbico, estructura del cerebro que incluye el tálamo, el hipotálamo y la amígdala. El sistema límbico regula el funcionamiento de los sistemas nerviosos simpáticos, es decir, la parte más primitiva y emocional de nuestro cerebro, típicamente conocida por provocar las reacciones más fuertes e instintivas que van más allá de nuestro raciocinio.
Por su parte, el efecto “top-down” – de arriba a abajo – se trata del mecanismo contrario al anteriormente mencionado. Hace referencia a las reacciones que parten de las áreas más evolucionadas de la corteza cerebral, denominadas neocórtex, desarrolladas durante la adolescencia. El córtex representa la parte del sistema nervioso en la que prima la racionalidad, característica de la vida adulta, la que nos permite llegar a conclusiones y llevar a cabo proyectos.
Ante un estímulo, la secuencia cerebral pasa de la activación del mecanismo de primer impacto “bottom-up” (la emocionalidad más esencial) a una posterior vuelta a la calma gracias al efecto “top-down” (procesamiento de la información). [3]
Los sentidos en arquitectura
El reto de la neuroarquitectura es entender como diferentes ambientes pueden influir en estados como el estrés, las emociones, la memoria o incluso el aprendizaje.
Interactuar con ecosistemas vivos, pasear por un entorno natural, escuchar el ruido del agua, respirar aire fresco nos permite entender la percepción cognitiva de los sentidos y revalorar la forma en la que concebimos los espacios para proyectar, teniendo en cuenta los beneficios no tangibles del espacio arquitectónico. [4]
Vista
La primera sensación que recibimos de un espacio es a través de la vista.
La vista nos permite distinguir las condiciones del entorno en el que nos encontramos – el ojo se comporta por lo tanto como un canal de comunicación abierto entre lo visualmente perceptible y el cerebro.
La información recogida por la retina viaja a través del nervio óptico hasta el sistema neuronal. Cada área de la corteza cerebral extrae diferentes tipos de información: percepción espacial, orientación, contraste, movimiento, forma, luminosidad o color.
Oído
El oído se convierte en la herramienta suplementaria a los ojos. Cuando no podemos navegar por nuestro entorno visualmente – debido a la falta de iluminación, por ejemplo – nuestro sistema auditivo nos indica cómo reaccionar.
La cóclea de nuestro oído interno es el órgano encargado de transformar las vibraciones percibidas por el sistema auditivo en información interpretable y comprensible. Por nuestra memoria y nuestro instinto más primario, los humanos somos capaces de diferenciar cuando un sonido nos produce estado de alarma y peligro, o, por lo contrario, relajación y sensación de seguridad.
Olfato
El olfato tiene la capacidad de activar reacciones corporales memorísticas, es decir, un olor está asociado a un recuerdo pasado, a un lugar o una persona y, por consecuencia, a una emoción. Los estímulos olfativos, a diferencia del resto de estímulos sensoriales, no pasan por el tálamo, sino que se dirigen directamente a la amígdala, responsable de nuestras reacciones emocionales.
Se estima que la plasticidad del bulbo olfatorio de los mamíferos podría tener una vinculación con la neurogénesis, proceso por el cual el cerebro sigue produciendo neuronas a lo largo de su vida, especialmente durante la infancia. El sistema olfativo, sin embargo, es una de las pocas regiones del cerebro en el que la neurogénesis se produce en edades más adultas. Esto se debe a que las neuronas olfativas se desarrollan a partir de células madre locales del bulbo olfatorio.
La producción de estas neuronas disminuye a medida que avanza la edad, motivo por el cual la capacidad memorística tiende a verse afectada. [5]
Tacto
La piel es el órgano que más superficie ocupa de nuestro cuerpo, se trata de la interfaz sensorial más en contacto con el espacio. La percepción táctil nos permite, junto con la vista, la valoración de los elementos materiales y la percepción de un medio. El tacto contribuye a comprender factores como la temperatura, la textura, la dureza, el peso, etc.
La corteza somatosensorial es un área del cerebro que procesa la información sensorial de la piel. Cada área de la corteza somatosensorial está conectada a su parte del cuerpo correspondiente mediante vías neuronales, que mantienen la relación topográfica de cada punto de la piel a lo largo del sistema nervioso.

Los 10 fundamentos de la neuroarquitectura
Gracias a la creciente investigación de la disciplina, y la más esencial y lógica experiencia humana, es posible realizar una recopilación de los principios que sustentan el diseño neuroarquitectónico.
1. Iluminación
La luz es el principal estímulo ambiental que interviene en la regulación del ritmo circadiano, el denominado reloj biológico.
Los ciclos de luz y oscuridad captados por la retina influyen en los núcleos cerebrales supraquiasmáticos, responsables del reloj biológico, y en la secreción hormonal natural del cuerpo, especialmente en la producción de la melatonina y el cortisol.
Nuestro cerebro funciona bajo un patrón ambiental de luz de 24h. El cortisol, la hormona de la actividad y el estrés, la que nos mantiene despiertos, alcanza su pico máximo por la mañana tras haber sido segregada durante la noche. La melatonina, conocida como la hormona del sueño, encargada de preparar el organismo para el descanso, entra en escena en la mitad de la tarde, en plena caída de cortisol. El cortisol activa el sistema nervioso simpático, que favorece la activación y la alerta, mientras que la melatonina activa el sistema nervioso parasimpático, responsable de la sensación de relajación.
Controlar las condiciones ambientales lumínicas es fundamental para no alterar negativamente el ciclo circadiano. Un espacio que tiene en cuenta el reloj biológico, debe estar expuesto a la luz solar – la luz natural inalterada siempre será preferible a la luz artificial. En las horas centrales del día, el espacio se ilumina integralmente de manera natural y, llegada la tarde, la intensidad de luz disminuye progresivamente. [6]
Temperatura lumínica
El tono de la luz tiene una relación directa con las reacciones corporales. Por ello, es necesario que la luz artificial, tomando de referencia el comportamiento de la luz natural, se adecue a las necesidades del uso de cada espacio. Los tonos cálidos, con una temperatura de color alrededor de los 3000ºK, favorecen la sensación de relajación, sosiego y recogimiento, mientras que los tonos blancos, conocidos como luz azul, alrededor de los 4000ºK, contribuyen a la activación del cuerpo, la atención y la estimulación de los sentidos. [7]
2. Colores
La psicología del color estudia el impacto psicológico de los colores sobre las personas. Más allá del valor estético, los colores son capaces de influir sobre el estado de ánimo y sobre la forma de vivir un espacio. A pesar de entrar en juego aspectos subjetivos culturales, sociales y de gustos personales, los colores, por separado o combinados entre ellos, estimulan la construcción de emociones.
Un buen control del color puede llegar a modificar visualmente la geometría de un espacio arquitectónico, interfiriendo en la relación existente entre las partes que lo componen e incidiendo en la percepción que tenemos de los elementos que configuran el espacio: dimensiones, profundidad, materialidad o textura.
Efectos de la elección de un color
En el ámbito de la vivienda, es preferible que el color ejerza un efecto tranquilizante, reparador. Para ello, conviene emplear colores fuertes en paredes o estancias en las que el usuario permanezca durante un tiempo breve, o en elementos muy focalizados. Evitar mezclar variedades de colores distintos con contrastes fuertes ayudará a crear una atmósfera sosegada y a reducir el nerviosismo. El objetivo es combinar los colores armoniosamente con tonalidades similares y contrastes suaves.
Por otro lado, la elección de un color mantiene una relación directa con el grado de absorción/reflexión de la radiación lumínica.
El blanco refleja aproximadamente el 80% de la radiación solar, mientras que el negro refleja alrededor del 10%, siendo el color más absorbente. Estos valores no sólo influyen en la claridad de los espacios, sino también en la radiación térmica de cara al aprovechamiento de la energía solar. [8]
Grado de reflexión de los colores
Los siguientes valores marcan la capacidad de reflexión propias de cada color por separado. Se trata de porcentajes aproximados, tomando de referencia el color con un grado de saturación media.
Blanco = 80%
Amarillo = 60%
Verde = 30%
Rojo = 25%
Azul = 20%
Negro = 10%
3. Espacios naturales
La vinculación histórica del ser humano con su entorno explica, desde un punto de vista biológico, la necesidad innata que poseemos las personas de estar en contacto con la naturaleza.
Interaccionar con otros seres vivos nos aporta un bienestar instintivo – de igual modo que buscamos relacionarnos con otros seres humanos, convivir con más formas de vida tales como animales o, en este caso, plantas, mejora nuestro estado anímico.
La adaptación del ser humano al medio urbano ha resultado en una desvinculación radical del entorno natural. Este déficit de naturaleza se traduce en un aumento de patologías, tanto físicas como psicológicas.
Biofilia
El concepto que explica la interrelación humano-naturaleza se conoce como Biofilia, un término acuñado por primera vez en los años 60 por Erich Fromm, un psicoanalista alemán que estudió las consecuencias de la evolución natural de las especies. Sin embargo, no fue hasta 1984 que el término se asentó sobre bases científicas con la intervención de Edward O. Wilson, biólogo experto en los campos de conocimiento relacionados con la evolución y la sociobiología. Wilson define la biofilia como “el impulso de asociación que sentimos hacia otras formas de vida“ o como “la atención a la vida”. [9]
Efectos de los entornos naturales
La psicología ambiental asegura que contemplar y recorrer un espacio natural crea emociones positivas que activan el sistema parasimpático, parte del sistema nervioso encargado de reactivar la calma corporal y mental tras haber sufrido un episodio de estrés.
Los espacios naturales, además, tienen efectos restauradores de la atención – al dirigir la atención de manera involuntaria, distraen positivamente contribuyendo al descanso y la restauración de los mecanismos cognitivos.
Por otro lado, la presencia de vegetación contribuye a la creación de ambientes más saludables, contribuyendo a regular la humedad, absorbiendo partículas tóxicas del aire o reduciendo la radiación solar directa en el caso de pérgolas verdes.
En definitiva, la integración de la vegetación en nuestros ambientes habitados es una de las bases irremplazables sobre las cuales se asienta nuestro confort físico-mental. Entender los espacios que habitamos desde una perspectiva biofílica ayuda a aumentar la calidad de vida de las personas, suponiendo un impacto positivo sobre nuestra salud. [10]
4. Morfología del espacio
Las formas con las que se materializa el entorno generan estímulos sensoriales. La morfología de los elementos que conforman el espacio afecta a la amígdala que es la parte del sistema límbico vinculada al miedo y al estrés.
Las formas orgánicas, las curvas y los contornos suaves, tienden a producir sensación de bienestar y relajación, mientras que los ángulos muy pronunciados, al recordarnos a objetos afilados, activan una alerta instintiva de peligro generando mayor sensación de estrés. [11]
Recorridos
Evitar los recorridos demasiado marcados y la distribución rígida del espacio, fomenta la libre exploración de los usuarios. La permeabilidad de los espacios permite que se recorran libremente favoreciendo la toma de decisiones – un espacio más permeable y diáfano permite escoger recorridos diferentes, adaptados a cada acción.
Es preferible planear recorridos con cambios de dirección suaves, ampliando las dimensiones de los espacios de paso y evitando que éstos formen ángulos rectos estrechos que requieran movimientos bruscos.
Proporción
Un espacio con techos altos y espacios diáfanos favorece el pensamiento abstracto y colectivo mientras que un espacio más recogido con techos más bajos favorece el pensamiento concreto e individual. En definitiva, jugar con la escala humana repercute directamente en la sensación que produce un espacio.
Mantener unas proporciones estrictas acordes a la escala de las personas, aporta una sensación de control, tanto espacial como mental, que en ocasiones suscita seguridad y recogimiento, y en otras opresión o monotonía.
Los espacios con dimensiones desproporcionados que rompen con la escala humana, tales como techos altos, dobles o triples alturas y sobredimensionamiento de los elementos verticales, favorecen la idea de libertad gracias a la amplitud y descongestión espacial, a la vez que producen sensación de descontrol y de vacío.
5. Materiales
Cada material influye sobre la percepción interior y exterior de un espacio. La elección de un material incluye un amplio espectro sensorial: la textura, el color, la temperatura al tacto, su envejecimiento e incluso el olor de los elementos configuran la capa superficial y perceptible del espacio.
Decantarse por la integración de materiales de origen natural aporta calidez al ambiente interior. Materiales de origen sintético o industrializados como el hormigón o los elementos plásticos producen sensaciones frías, mientras que materiales de origen natural, poco transformados como la madera, la cerámica o la tierra, de tonos cálidos, producen sensación de calidez y bienestar.
Más allá del valor estético asociado a cada materialidad, los aspectos no tangibles de los materiales de construcción son fundamentales para asegurar unas condiciones de ambiente interior saludable.
Inercia térmica
Un punto clave a valorar en la elección de un material es la inercia térmica, propiedad por la que ciertos elementos constructivos son capaces de almacenar temperatura -frescor o calor-, conservarla y liberarla progresivamente.
Los materiales de mayor inercia térmica, es decir, con mayor capacidad de acumulación de temperatura, son la tierra compactada, la piedra o los materiales cerámicos. La tierra vegetal, por su alto contenido en agua – elemento natural de mayor capacidad calorífica – se comporta como una alternativa que asegura una elevada inercia térmica.
Podemos utilizar la inercia térmica a nuestro favor en el diseño de la denominada arquitectura pasiva, una forma de construir edificios que reduce la demanda energética a través del diseño bioclimático.
En invierno, captamos calor a través de aberturas a sur que se almacena en muros de inercia y no se pierde gracias a un elevado aislamiento exterior y estanqueidad.
En verano, nos protegemos del sol mediante pérgolas vegetales, porches o lamas y mantenemos el frescor almacenado durante la noche en los elementos de inercia que no se pierde gracias de nuevo a un correcto aislamiento exterior.
Higroscopicidad
Se entiende por higroscopicidad la capacidad de amortiguación de la humedad que poseen ciertos materiales de construcción – absorben o emiten humedad al aire equilibrando las descompensaciones y regulando la calidad del aire interior.
Los materiales con mejor comportamiento a esta transpirabilidad y regulación de la humedad atmosférica del ambiente interior son los materiales a base de tierra, arcilla o madera. El uso de pinturas ecológicas o revestimientos naturales de arcilla también favorece este efecto, debido a sus propiedades higroreguladoras.
Amortiguación térmica y acústica
La calidad de un espacio interior también se mide en su grado de protección frente a agentes externos de ruido y temperaturas inadecuadas para la salud.
Es fundamental asegurar que los materiales de construcción cumplan con unos niveles de amortiguación termo-acústica capaces de mantener unas condiciones interiores adaptadas a estos requisitos.
El corcho es uno de los materiales naturales que mejor responde a estas necesidades de aislamiento termo-acústico. También se encuentran otras alternativas naturales como la fibra de madera, la celulosa o los paneles de cáñamo.
Protección frente a compuestos tóxicos
Los materiales de construcción pueden emitir compuestos químicos tóxicos que tienen un impacto directo sobre la salud de los ocupantes.
Es fundamental que los materiales no emitan sustancias tóxicas al aire, tanto en los materiales empleados para resolver los sistemas constructivos, como en el mobiliario, los revestimientos o los aparatos vinculados a instalaciones.
6. Confort higrotérmico
El cuerpo humano es un organismo muy sensible a los cambios de temperatura, es conveniente mantenerlo a temperatura constante – temperatura media de 37ºC – para evitar sobrecalentamientos o enfriamientos bruscos que alteren nuestro bienestar.
Si bien la definición de confort es compleja debido a los numerosos aspectos que interfieren en ella, el confort higrotérmico juega un importante papel crucial en la afectación de un espacio arquitectónico al estado de bienestar físico de las personas.
Se entiende por confort higrotérmico, el conjunto de condiciones de temperatura, humedad relativa y ventilación capaces de generar un ambiente saludable y, por lo tanto, confortable.
Unas condiciones térmicas desfavorables con niveles de humedad inadecuados o carentes de ventilación y renovación de aire son desencadenantes de patologías y trastornos de la salud. [12]
Síndrome del Edificio Enfermo (SEE)
Desde 1982, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define el Síndrome del Edificio Enfermo (SEE) como el conjunto de enfermedades que sufren las personas que habitan espacios con unas condiciones deficientes de calidad de aire interior.
Sus distintos síntomas físicos incluyen, entre otros, irritación de las vías respiratorias, dolores de cabeza, náuseas, alteraciones cutáneas, fatiga, mareos, irritabilidad, etc.
Gran parte del SEE tiene como explicación la calidad del aire que se respira y esta se debe a una descompensación de temperaturas, de la humedad atmosférica interior, reducida ventilación, elevada electricidad estática procedente de superficies conductoras, fuentes de radiación electromagnética, fuentes de emisiones tóxicas procedentes principalmente de tejidos o pinturas sintéticas, entre otros.
Confort térmico
El intervalo de temperatura en el que el cuerpo humano experimenta sensación de confort se sitúa entre los 17ºC y 27ºC.
Sentir exceso de calor – por encima de 27ºC – reduce la capacidad de concentración y rendimiento. Para llevar a cabo actividades que demanden atención, es conveniente que los espacios de estudio o trabajo no superen esta temperatura máxima.
Además, el calor incrementa el pulso y genera somnolencia y malestar, por lo que es importante asegurar una temperatura adecuada en las estancias de descanso durante la noche – con una temperatura alrededor de los 18ºC.
Por lo contrario, la sensación de frío – por debajo de 17ºC – activa y pone alerta al cuerpo, produce nerviosismo y necesidad de moverse. En estancias vinculadas al descanso y recogimiento – dormitorio o sala de estar, por ejemplo – estar por debajo de la temperatura recomendada tiene efectos negativos sobre nuestro proceso de regeneración.
Sin embargo, una sensación térmica más baja en estancias que requieren actividades de mayor movimiento – como la cocina, aseos o pasillos – no tendrá la misma repercusión sobre nuestra sensación de confort.
Humedad
Los valores de humedad relativa óptimos para asegurar espacios saludables se encuentran entre el 40% y el 60%.
Un ambiente demasiado seco – por debajo del 30% de humedad relativa – contribuye a resecar las mucosas del cuerpo humano debilitando nuestras defensas, exponiendo a nuestro organismo a agentes externos perjudiciales para la salud, tales como virus y bacterias.
Los ambientes secos favorecen la aparición de partículas volátiles de polvo en el aire causando reacciones alérgicas en quienes habiten el espacio.
En contraste, los ambientes con demasiada humedad relativa – por encima del 60% – tienden a provocar sensación de pesadez y fatiga. La humedad supone una barrera para la evaporación natural de nuestro organismo, resultando incluso en problemas respiratorios. Además, en esta misma línea, la humedad favorece las bacterias asociadas a múltiples enfermedades respiratorias tales como el asma y las alergias.
Ventilación
La ventilación está directamente relacionada con el confort higrotérmico. Especialmente en verano. nuestra sensación de confort mejora en presencia de una corriente de aire. Poner en práctica estrategias de diseño que favorezcan una correcta ventilación mejora el bienestar en el interior de un espacio.
Es conveniente generar corrientes de ventilación natural cruzada abriendo ventanas en fachadas opuestas.
7. Confort acústico
El modo de vida urbano actual mantiene una relación con el ruido que, a pesar de su normalización, fruto de la adaptación evolutiva del ser humano, acarrea consecuencias negativas sobre la salud.
El efecto de la contaminación acústica sobre el organismo va más allá de una simple percepción acústica. Las ondas de ruido se propagan hacia el sistema nervioso, especialmente a través del hipotálamo, deteriorando la calidad del sueño y del descanso. [13]
El exceso de ruido afecta a la comprensión del habla, especialmente en edades tempranas – hasta los 14 años. Los niños sufren una sensibilidad al ruido mayor que las personas de edad adulta. Cuando el crecimiento infantil se da en entornos ruidosos, las interacciones comunicativas se ven dificultadas, resultando en una alteración del desarrollo del lenguaje, del aprendizaje y de la memoria.
La capacidad atencional se ve notoriamente afectada en situaciones de ruido. El efecto de desconcentración, provocado por la contaminación acústica, resulta en trastornos de déficit de atención – TDA o TDAH – que impiden llevar a cabo tareas del día a día que requieran un esfuerzo mental concreto. [14]
Aislamiento acústico
Es fundamental plantear un buen sistema de aislamiento acústico, que tenga en cuenta los ruidos aéreos y de impacto para ser capaz de silenciarlos o, por lo menos, atenuarlos.
Cuando hablamos de ruido aéreo nos referimos al ruido que se transmite a través del aire, debido a un aislamiento acústico insuficiente. Se debe a la perturbación del aire de fuentes sonoras cuyo nivel de sonido es superior al de la vivienda. Un ejemplo de ruido aéreo puede ser escuchar el tráfico, vecinos, televisión, aparatos electrodomésticos, etc.
Para protegernos del ruido aéreo utilizamos materiales que los absorban y reduzcan como aislamientos densos o vidrios de doble cámara.
El ruido de impacto, en cambio, hace referencia al ruido causado por un golpe en un medio sólido y que se propaga a través de la estructura, habitualmente el forjado. Los ruidos de impacto más habituales son las pisadas provenientes de la planta superior. Estos ruidos se amortiguan con juntas en estructuras o bien con materiales flexibles.
8. Confort olfativo
El ser humano percibe el aire como la suma de dos sensaciones difícilmente diferenciables: una olfativa y otra química.
La sensación olfativa está vinculada directamente con nuestros gustos y nuestra memoria. Se percibe en una pequeña área de la cavidad nasal, que manda el mensaje al cerebro que marca si un aroma nos está resultado agradable, o, por lo contrario, desagradable.
Sin embargo, detectar que impacto generan ciertos aromas sobre nuestra salud no tiene relación con el sistema nervioso, sino que afecta a las membranas mucosas generando, en algunos casos, reacciones instantáneas de picor, irritación, quemazón, frescor, molestia, etc.
Es importante distinguir entre los olores procedentes del exterior, que penetran el edificio a través de las aberturas o de sistemas de ventilación mecánica. Sin embargo, la calidad del aire interior, desde el punto de vista olfativo, depende en mayor medida del propio edificio – tiene que ver, por un lado, con los materiales y acabados constructivos y, por otro, con los productos de limpieza, higiene y cuidado del hogar. [15]
Ambiente interior libre de tóxicos
Es fundamental encontrar un equilibrio entre aroma agradable y saludable, integrando la idea de que algo que huela aparentemente “mal” no necesariamente es dañino para la salud.
Por ejemplo, asociamos el sentimiento de limpieza a ciertos aromas procedentes de productos químicos del hogar que, a pesar de generar respuestas emocionales positivas, afectan negativamente a nuestra salud por su composición sintética.
De igual modo ocurre con las pinturas que recubren las superficies de nuestras estancias. El olor a “recién pintado” se asocia a sentimiento de renovación, se vincula con los comienzos de nuevos proyectos, sin embargo, en la mayoría de los casos, estos aromas se corresponden a productos sintéticos con altos niveles de COV – Compuestos Orgánicos Volátiles – perjudiciales para nuestra salud a largo plazo.
9. Entorno y visuales
La sensación de bienestar que producen las vistas al mar, en lo alto de una montaña, en una pradera de pasto verde, un campo de paja, está directamente relacionada con la tendencia de nuestro cerebro a buscar espacios variados y naturales con perspectivas lejanas que nos aportan seguridad.
En los entornos urbanizados, nuestras visuales se resumen a planos cercanos a nosotros: edificios altos que impiden ver detrás de ellos, poca distancia entre elementos que configuran el espacio público libre, la permanencia en interiores cerrados, etc. En definitiva, el ser humano se ha desvinculado de la línea de horizonte, ha perdido la capacidad de mirar a lo lejos.
A pesar de esta realidad urbana, se sigue produciendo una sensación instintiva placentera ante situaciones en las que el primer plano se libera. En el espacio público, ocurre con las grandes avenidas y plazas, y en el espacio privado, con la valorización del entorno dotando a la vivienda de espacio exterior. [16]
Espacio exterior en la vivienda
Es necesario que una vivienda esté vinculada al espacio exterior mediante terrazas y ventanales que permitan mirar hacia puntos lejanos, libre de obstáculos, favoreciendo el descanso visual. Esa interacción entre espacio interior y exterior contribuye a crear rutinas más saludables evitando la sensación de claustrofobia. [17]
10. Sensación de seguridad
Una arquitectura diseñada según el funcionamiento del sistema nervioso y sus reacciones, debe tener en cuenta las emociones negativas que pueden llegar a producir ciertos espacios arquitectónicos.
El miedo es una emoción que acompaña al ser humano a lo largo de su experiencia vital. Por nuestra capacidad memorística, somos capaces de asociar imágenes con recuerdos – la consecuencia natural es que algunos espacios activen nuestra alerta y nos predispongan a sentir malestar.
Es fundamental, por lo tanto, que la neuroarquitectura favorezca el diseño de espacios que nos hagan sentir seguros.
Asegurarse de que una estancia está dotada de aperturas que permitan que penetre la luz natural en el interior, establezcan una conexión visual con el exterior, ventilen y renueven el aire viciado, evita trastornos de ansiedad como la claustrofobia.
Además, iluminar un espacio adecuadamente, prestándole especial atención a la iluminación artificial nocturna, evitar espacios sobrantes que se conviertan en recovecos y rincones inoportunos previene la sensación de inseguridad que provoca el miedo a los intrusos.
BIBLIOGRAFÍA
- La reinterpretación del cerebro. Entrevista a Fred H. Gage Revista Pesquisa, 2010
- Edificios con Neuronas La Vanguardia, 2014
- Hacia una Neuroarquitectura Ana Mombiedro, 2020
- Neuroarquitectura: cómo responde tu cerebro a diferentes espacios Decor Design, 2022
- Las células madre neurales del bulbo olfatorio del cerebro generan neuronas en la etapa adulta Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 2021
- Melatonina y cortisol: el papel de nuestras hormonas en nuestro descanso Maldita Ciencia, 2021
- Physiological Responses to llluminance and Color Temperature of Lighting Kobayashi, H, 1992
- Effects of interior colors on mood and preference Yildirim, K, 2011
- Architectural lessons from environmental psychology: The case of biophilic architecture. Joye, Y, 2017
- Human responses to vegetation and landscapes Ulrich, R.S, 1986
- Do observers like curvature or do they dislike angularity? Bertamini, M, 2016
- ACESEM. Confort higrotérmico Asociación Catalana de Empresas Especializadas en el Síndrome del Edificio Enfermo (ACESEM), 2022
- Environmental noise as a cause of sleep disruption Aaron, J.N, 1996
- Acute and chronic endocrine effects of noise Ising, H, 2000
- Smell and the architectural experience Mehta, B.K, 2014
- Natural versus urban scenes: Some psychophysiological effects Ulrich, R.S, 1981
- View through a window may influence recovery Ulrich, R.S, 1984
- Neuroarquitectura: Aprendiendo a través del espacio Ana Mombiedro, 2022