Proceso de diseño

10 ventajas de vivir en una casa pasiva

Hoy vamos a ver cómo viven nuestros clientes en sus casas pasivas una vez las ponemos en marcha; cuáles son las 10 ventajas de vivir en una casa pasiva.
Publicado el 10 julio 2018

Nos hemos dado cuenta de que en casi todos nuestros artículos os hablamos de cuestiones técnicas en relación a las casas pasivas, desde opciones de diseño y sistemas constructivos, pasando por valoración de terrenos, hasta soluciones de biointeriorismo o reformas eco.

Así que hoy damos un paso más allá para ver cómo viven nuestros clientes en sus casas pasivas una vez las ponemos en marcha; cuáles son las 10 ventajas de vivir en una casa pasiva.

No nos cansamos de repetir a nuestros clientes que una casa pasiva no es nada complejo, sino que el 90% de su buen funcionamiento climático depende de un buen diseño y un buen cálculo de demanda. Si se consigue reducir la demanda energética al mínimo mediante estrategias de la arquitectura bioclimática (ganancia y acumulación solar en invierno y protección y ventilación en verano), entonces se obtiene una casa que funciona de forma pasiva, es decir, que no hay que “activar” nada para obtener una temperatura de confort.

Si una casa se calienta de forma natural gracias al calor del sol o la ventilación norte-sur de aire fresco, entonces el ambiente interior es más natural y saludable. Si además, esto se combina con materiales naturales libres de tóxicos y contaminantes entonces mi ambiente interior es el refugio perfecto para albergar la vida de una familia. Así es como intentamos llevar a cabo todos nuestros proyectos en nuestro estudio.

Veamos paso a paso cuáles son las ventajas de vivir en una casa de este tipo.

 

 

10 ventajas de vivir en una casa pasiva

 

1 Temperatura ambiente constante sin necesidad de encender calefacción o aire acondicionado

 

Gracias a los principios de la arquitectura bioclimática, podemos llegar a diseñar una casa de consumo nulo mediante mecanismos que comprenden y se adaptan a las condiciones climáticas del lugar en las distintas épocas del año.

Por ello, en invierno se suelen utilizar estrategias como son la captación de radiación solar, el aumento del aislamiento de la casa, el aprovechamiento de la inercia térmica y el efecto invernadero. En verano la inercia térmica y el aislamiento también nos serán útiles, pero sobre todo nos hará falta generar ventilaciones naturales, así como proteger las oberturas de la radiación solar mediante filtros, porches, lamas o aleros.

Todo ello son sistemas pasivos, es decir que no hay necesidad de que el usuario de la casa pasiva “active” ningún sistema que consuma energía para la climatización de su hogar, ya sea para refrigerarlo o calentarlo.

Se trata de una ventaja que no solo supone un ahorro en energía y tiempo de gestión, sino que además resulta más natural y agradable que los sistemas de climatización convencionales puesto que la temperatura es estable y agradable de forma natural sin necesidad de utilizar sistemas de calefacción que puedan resecar el ambiente y con ello mermar la calidad del aire interior.

En determinados momentos del año sobre todo en países más al norte sí que podemos llegar a necesitar calefacción, ya a sea por una época sin sol o una media de temperaturas muy bajas.

En todo caso, la energía que nos sea necesaria la generaremos vía fuentes renovables y intentando que se trate de un sistema saludable que no reseque el ambiente, como describiremos en el siguiente punto de las 10 ventajas de vivir en una casa pasiva.

 

2 Humedad relativa por encima de 40%

 

Como dicen los bomberos por debajo de 30% de humedad relativa saltan todas las alarmas y es que el ambiente ideal para la vida tiene una humedad relativa, es decir el ambiente exterior ronda el 40-50% de humedad.
Por debajo de 40% nuestras mucosas se resecan, reduciendo nuestras defensas naturales y dejando vía libre a virus y bacterias para entrar en nuestro organismo. Es lo que conocemos como el típico resfriado de verano debido al aire acondicionado.

Si utilizamos calefacción por aire, el resultado es el mismo, tenemos un ambiente interior muy insalubre y resulta que nos pasamos el invierno resfriados no por el frío del exterior sino por el calor y la sequedad que se genera en el interior de nuestra vivienda.

El hecho de disponer de una casa pasiva que se calienta de forma natural con el calor del sol o bien mediante la entrada de aire caliente precalentado en un patio o en una galería a modo invernadero, nos permite disfrutar de una temperatura de confort sin modificar las condiciones naturales del aire.

Mecanismos de refrigeración antiguos como son las fuentes en medio de un patio central interior típicas de la arquitectura árabe, son capaces de refrigerar el ambiente a través de la evaporación de agua a la vez que respetan e incluso mejoran las condiciones de humedad del ambiente. Este proceso se conoce como refrigeración adiabática y convierte el aire caliente y seco en aire frío y humedecido.

 

3 Reducir en un 90% el gasto de calefacción y refrigeración

 

Este punto está estrechamente relacionado con la primera de las 10 ventajas de vivir en una casa pasiva, puesto que los sistemas pasivos no solo ahorran la energía sino que reducen el mantenimiento y costes mensuales de los sistemas activos de calefacción y refrigeración.

Concretamente, se calcula que el consumo energético en una casa pasiva bien pensada y bien construida se reduce hasta en un 90%, siendo el 10% restante la energía necesaria para calentar agua para ducha y baño, así como la generación de electricidad para electrodomésticos e iluminación.

Siempre con el objetivo de minimizar nuestra huella ecológica, intentaremos, además, cubrir el poco gasto que queda con energía renovable.
El gasto extra que supone diseñar nuestra casa pasiva fuera de la convencionalidad, vamos a amortizarlo fácilmente gracias a la reducción del consumo energético, que nos exime de la llamada hipoteca energética a la que la mayoría de los usuarios se ven condenados el resto de la vida útil de su vivienda, más allá de la hipoteca bancaria.

Además, si podemos hacernos cargo de este consumo mínimo mediante energías renovables, vamos a disponer de la total libertad que nos brinda una casa desconectada de la red.

 

 

4 Reducción de las emisiones de CO2

 

Siempre digo que la mayoría de nuestros clientes ya llega al estudio con cierta consciencia ecológica y es fácil hacerles entender las ventajas de escoger entre un material u otro por motivos de ecología o reducción de impacto ambiente.

Pero más allá de la selección de materiales, el hecho de reducir en un 90% el consumo de energía a través del diseño del hogar, así como garantizar el uso de energías renovables, implica la reducción de emisiones de CO2 a lo largo de la vida útil del edificio.

Sin embargo, el consumo de energía de un edificio a lo largo de su vida útil va más allá del mero gasto energético para su funcionamiento. Concretamente, éste se reparte en aproximadamente un 30% durante la construcción (extracción, elaboración y transporte a obra del material de construcción), un 60% durante la vida útil y un 10% durante su derribo.

Si además utilizamos materiales y aislamientos naturales para su construcción y que éstos sean de productores locales no solo reducimos CO2, sino nuestra huella ecológica e impacto ambiental.

En nuestro estudio, estamos implementando en los últimos meses un sistema de medición de emisiones de CO2 de nuestras casas a lo largo de todo el proceso de construcción y vida útil con la ayuda del programa Ecómetro.

 

5 Mejor aislamiento acústico

 

Una cosa lleva a la otra, y es que el mecanismo de diseño perfecto es aquel que resuelve varios problemas a la vez. Esta es la filosofía del diseño pasivo y lo que sucede en el quinto punto de las 10 ventajas de vivir en una casa pasiva, dónde la mejora del aislamiento térmico resuelve la necesidad de aislamiento acústico.

El hecho de tener ventanas con mayor aislamiento térmico y muros bien aislados y estancos para reducir la demanda energética de climatización, también mejora el aislamiento acústico del exterior.

 

6 Ventilación natural

 

En nuestro estudio no somos demasiado partidarios de las ventilaciones mediante recuperador de calor ya que esto de no poder abrir ventanas y de que el aire natural siempre pase por una máquina que lo controla mediante filtros y temperatura no lo consideramos la opción más adecuada para la vida.

Somos más partidarios de utilizar estrategias como tubos canadienses, que precalientan el aire de forma natural pasando por el interior del terreno, o bien de la utilización de patios y galerías invernadero que precalientan el aire antes de entrarlo en casa a través de aireadores.

 

7 Rápida amortización

 

Un concepto importante para la arquitectura bioclimática es el de amortización, puesto que tiene en cuenta muchas más variables que la arquitectura convencional, que sólo mide la eficiencia en función de la rapidez y el coste económico. Una casa pasiva no compite en eficiencia económica a la hora de su construcción, pero a la larga puede llegar a ser incluso más rentable gracias al ahorro de la llamada ‘hipoteca energética’.

 

Sistemas energéticos

A continuación, vamos a analizar el tiempo de amortización de los distintos sistemas energéticos, ya sean pasivos o activos, que suele oscilar entre los 5 y los 8 años.

Dentro de sistemas energéticos pasivos podemos considerar los sistemas pasivos del envolvente del edificio como vidrios y carpinterías de alta calidad, protecciones solares como filtros o aleros, sistemas de ventilación como tubos canadienses y galerías invernadero… que se amortizan en una media de 5 años. Sistemas de envolvente como cubiertas vegetales o ventiladas de gran aislamiento, así como fachadas estancas altamente aisladas o muros de alta inercia térmica resultan más caros, por lo que se amortizan en una media de 8 años.

Los sistemas energéticos activos que funcionan con energías renovables, como pueden ser las placas fotovoltaicas para generar energía eléctrica, los paneles térmicos para calentar el agua, u otras menos conocidas como la mini-eólica, aerotermia, geotermia y biomasa, tienen una media de retorno de la inversión inicial de 7 años.

 

Sistemas de autosuficiencia de agua

Toda casa desconectada de la red también debe contar con sistemas de autosuficiencia de agua, es decir sistemas de obtención de agua de forma natural, así como su posterior reutilización.

Normalmente el agua para el consumo propio proviene del agua almacenada en un tanque que recoge el agua de la lluvia, habitualmente a través de la cubierta. Para este tipo de captación, las cubiertas vegetales no son las más indicadas.

Será necesario un filtrado previo de este recurso ya que el más mínimo polvo o residuo orgánico puede generar el crecimiento de microorganismos. Estos aparatosos sistemas de recogida de agua requieren gran infraestructura, por lo que se amortizan en una media de 10 a 15 años.

Otra opción es la de excavar un pozo subterráneo propio, en caso de conocer la existencia de agua en el subsuelo de nuestro terreno. Se trata de un sistema más costoso que el anterior, por sus dificultades técnicas de excavación, que podemos llegar a amortizar a los 20 años.

Los sistemas de reutilización del agua nos permiten aprovechar por ejemplo el agua que pasa por el lavamanos o la ducha para tirar de la cadena en el inodoro tras un sencillo proceso de filtrado. No obstante, podemos obviar este último consumo mediante la instalación de un váter seco, que no requiere agua para su funcionamiento y cuyos residuos se transforman en compost que se vierte en la tierra del jardín. El hecho de evitarse los costes de conexión a la red de alcantarillado y de mantenimiento de una fosa séptica nos permite reducir todavía más el período de amortización hasta los 10 años.

 

8 Calidad de aire interior

 

Como defendíamos en el sexto punto de las 10 ventajas de vivir en una casa pasiva, la ventilación natural es un pilar crucial en el diseño bioclimático para asegurar una óptima calidad del ambiente interior en nuestra casa pasiva. El concepto de casa pasiva estanca funciona a nivel energético, pero puede llegar a ser perjudicial para nuestro confort e incluso salud.

La renovación constante de aire permite tener un aire interior fresco y limpio con buen equilibrio de CO2 oxigeno y libre de contaminantes. Además, previene problemas de humedades, que a su vez pueden provocar enfermedades respiratorias y ser foco de aparición de hongos.

La arquitectura convencional, en vez de ayudarse de estrategias de diseño para garantizar una renovación mínima de aire por hora y materiales higroscópicos como la tierra o la madera, capaces de regular la humedad naturalmente; opta por añadir biocidas dañinos para nuestra salud y la de nuestra familia.

La solución óptima es la de vivir en una casa pasiva construida con materiales y asilamientos naturales, con pinturas naturales libres de tóxicos e higroscópicas.

 

9 Una casa estanca

 

Como mencionamos en puntos anteriores, hay que buscar un balance entre el concepto de casa estanca que funciona almacenando calor en su interior sin sufrir pérdidas energéticas y la necesidad y ventajas que ofrece gozar de aire natural en el interior de nuestra casa pasiva. Es por ello que los mejores sistemas son aquellos que evitan una entrada directa del aire exterior con el objetivo de controlar al máximo las condiciones de éste.

Sin embargo, la necesidad de diseñar una casa sin pérdida de energía, sobre todo para los meses de invierno, hace que debamos prestar atención absoluta a las posibles discontinuidades en su aislamiento. Y es que el encuentro de carpinterías y forjados con la fachada o de la propia cubierta suele ser foco de puentes térmicos que generan humedades y condensaciones.

Habrá que prestar especial atención a garantizar un elevado aislamiento térmico, así como una buena solución en los encuentros constructivos más problemáticos y en la calidad de las carpinterías y sus cristales.

 

 

10 Una casa consciente

 

Volviendo al inicio del artículo, analizábamos que existen cuestiones que van más allá de las características técnicas a la hora de elegir vivir en una casa pasiva. Y es que resulta difícil poner precio al nivel de consciencia ecológica de una familia que construye la casa de sus sueños-, valorar variables que suponen pagar más para tener un coste inferior para el planeta, garantizar una mayor calidad de vida para nosotros y los nuestros viviendo en una casa sana y saludable son algunos de los retornos que no podemos medir con dinero.

Actualmente, los edificios son uno de los principales causantes de problemas medioambientales en nuestro planeta con fecha de caducidad, suponiendo un 40% del gasto energético a nivel mundial. Tomar consciencia de ello y actuar en consecuencia para reducir nuestra huella ecológica es lo que nos mueve como empresa. Al igual que nuestros clientes, nosotros también queremos vivir en una casa que comparta nuestra filosofía slow y sus criterios de sostenibilidad.